Me vienen a la memoria tantos vividos en mis largos años de vida y como docente, donde las anécdotas, con el tiempo, se vuelven risueñas a pesar de que en el momento se presentaban como situaciones trágico cómicas que se resolvían a pulmón y con mucho coraje.
Hace un par de días, en una reunión de amigas, donde mezclamos presente con pasado, me preguntaron por qué no escribía mis memorias. No, es imposible. Los tiempos se me entremezclan y además solo me gusta recordar lo lindo y lo divertido ya que las cosas y hechos dolorosos prefiero olvidarlos. Volviendo al 9 de julio ¡cómo me gustaban los desfiles!. Durante mi niñez y adolescencia íbamos a desfilar, siguiendo una rutina que se repetía año a año: 7:30 hs. concentración en las escuelas, mucho frío, pero no debíamos llevar abrigos arriba del guardapolvo blanco; concurríamos al lugar donde se instalaban palcos, parlantes y la banda de música. Se escuchaban diferentes discursos, largos, lentos, mientras los que esperábamos temblábamos de frío. Después pasábamos los alumnos, todos tratando de llevar paso militar, que ensayábamos todos los días durante 2 o 3 semanas antes.
A continuación desfile militar que era mi delicia. Qué gusto me da recordar el día que vi desfilar a mi papá con un grupo de policías de Territorios Nacionales (todavía Misiones no era provincia), y ni les cuento cuando ya adolescente, pasaban los chicos que hacían la «colimba», a los que el uniforme les quedaba ¡tan lindo!. Qué hermosa época, me emociona recordar el patriotismo que sentíamos, transmitidos por padres, abuelos y maestros.
El día que transmitían por televisión un acto por el día de la Independencia, empezó a sonar el Himno Nacional, mi abuelita, de casi 100 años, se paró y en posición de firme cantó las estrofas del mismo, solemnemente, al finalizar se dio vuelta muy enojada diciendo que le daba vergüenza la falta de respeto demostrado por nosotros al quedarnos sentados. Fue muy gracioso pero, ¡cuánta razón tenía!

Pamela Benesz: “Con algo que cree yo sola puedo mantener a mis hijas”
Hace cinco años atrás, tras un desafortunado giro del destino, Pamela se encontró sola a cargo de sus tres hijas, esto encendió el motor de su creatividad, y hoy no encuentra techo para ponerla en práctica, convirtiéndose en una de las decoradoras de eventos más prestigiosas de la Provincia.