¿Qué lleva a quien nunca corrió, a estar en las embarradas filas del trail running?
Una multitud diversa y llena de adrenalina espera el momento de largada. Personas de todas las edades gritan juntas la cuenta regresiva. Comparten un peculiar brillo en la mirada, cuando llegan a cero y avanzan en dirección al monte.
Correr, trepar, embarrarse, atravesar arroyos y lagunas, con calor, con frío, con lluvia o sol calcinante… ¿Para qué? Comprendemos fácilmente que la juventud lo haga, pero ¿qué motiva a una persona madura a ser parte de ésto? Las respuestas son múltiples, y entre las mujeres, se destaca la de poder contar ahora con un tiempo para sí misma, que antes estaba ocupado por las tareas de cuidado de sus hijos e hijas. Paradójicamente, es difícil de encontrar que los grupos masculinos de fútbol, o “del asado de los jueves” se desintegren “hasta que se independicen las infancias”. Aplausos! Pero mejor aún, si se reparten las responsabilidades y se equilibran las posibilidades de disfrute.

De repente, la llegada de los años nos alcanza con una cuota extra de libertad, pero acompañada de la antigua sentencia social: “ya no tenés edad para eso”. Aplica para correr, bailar o saltar en paracaídas, no importa. En respuesta, podemos ver mujeres maduras corriendo en la costanera, en los cerros, en la calle. Las vemos entrenando en gimnasios y al aire libre, cada una por sus propios motivos. Están en todos lados, disfrutando del placer de un tiempo donde poder sentirse, descubrir nuevas metas propias y una nueva forma de vida.

Verlas en las carreras llenas de barro, sudor y entusiasmo, es una muestra de que estamos superando ese condicionamiento que insiste en repetirse, pero ya se ha transformado en una barrera para ser saltada atléticamente por encima. El premio es siempre una llegada al podio personal de superación, que han construido con cada huella a su paso.
