Lo cierto es que, al menos desde las ciencias, jamás se ha podido demostrar la existencia de una “capacidad” innata de la “hembra humana” para estas labores.
Sí está demostrado que cultural y socialmente, al asignársenos roles y mandatos de género, se nos cría y educa para que seamos más sensibles, empáticas, compasivas, complacientes, amables, cuidemos y nos encarguemos del hogar.
Pensemos sino en los miles de juguetes que se fabrican, publicitan y comercializan, destinados específicamente a las niñas… como bebotes, muñecas, cocinitas, elementos de limpieza, etc…
Esta mirada cultural respecto de la mujer es realmente un problema con múltiples consecuencias.
Mucho me he ocupado en hablar sobre cómo condiciona la vida de las mujeres en sus diferentes esferas, laboral, familiar, política, social, académica… desde que somos muy pequeñas.
Hoy quiero hacer foco sobre la forma en que el estereotipo mujer/madre, y la creencia (falsa) de que existe un “instinto materno”, puede ser mortal.
Es lo que pasó con el caso Lucio Dupuy. ¿Por qué la justicia decide restituir el cuidado personal de un nene a su madre, y sostenerlo, a pesar que existen múltiples indicios de abusos y negligencias por parte de ésta? ¿Por qué desoír a su entorno, al propio padre de la criatura, ante las denuncias de esta situación? Esto lo tendrá que responder Ana Clara Pérez Ballester, la jueza que le firmó la tenencia de Lucio a la madre y su novia. Sin dudas, creer que una mujer, por ser mujer, es apta para cuidar y criar por naturaleza, tiene consecuencias nefastas, a veces mortales.
¿Dónde está el instinto materno de la madre de Lucio? NO ESTÁ, ni está en ninguna de nosotras porque no existe tal cosa, existen otros sentimientos, existen estructuras psíquicas, cuestiones culturales, que nos hacen amar, cuidar y proteger a nuestros hijos e hijas, pero no es por instinto.
Mamá no siempre es el mejor lugar, y no siempre es sinónimo de amor y cuidados.
Si fuera cierto que existe un instinto materno no estaríamos hablando de casos como el de Lucio, que lamentablemente no son un caso aislado. La historia para este angelito pudo ser diferente si la justicia cambiara su mirada patriarcal y dejara de ver a las mujeres como naturalmente aptas para el cuidado.
Quién cuenta con la aptitud suficiente para cuidar a una persona menor de edad, y quién no, cuál es la mejor forma de organizar las cuestiones referentes a su vida, debe ser una decisión que se tome a partir de una mirada integral y seria de todo el contexto que rodea cada caso particular, teniendo como norte en todo momento el interés superior del niño, y sobre todo escuchando a ese niño o niña en atención a su grado de madurez. Estas decisiones no pueden seguir siendo tomadas en función de creencias sin fundamento.
Forzar vínculos y roles sobre la idea, FALSA Y JAMÁS COMPROBADA, de que existe una “predisposición natural” de las hembras humanas -basada en su sexo biológico- para cuidar, oprime a las personas que nacemos con útero, y en algunos casos, muy lamentables, y nada infrecuentes, como el de Lucio, por ejemplo, significa una verdadera tortura para bebés, nenes y adolescentes.
No hay justicia para Lucio, porque se llegó tarde, no se llegó. Pero esperemos que exista un cambio de paradigma para cambiar la historia de todos los Lucios que todavía podemos salvar.